Como trabajamos con la palabra siempre éstas nos seducen, nos provocan y generan ansiedad por conocer su sentido y significado.
Alguna vez habíamos oído o leído la palabra trashumancia pero captamos su total sentido cuando llegamos al “pueblo” (como cariñosamente lo nombran sus habitantes) de Chos Malal en la provincia del Neuquén, donde participamos de la VI Feria del libro organizada por la Escuela 327.
La emoción comenzó cuando “la perorata” subió al avión en aeroparque. Uno de sus miembros –Pablo Conde- estaba en su vuelo bautismo, mientras que el otro integrante del grupo le daba ánimos, en su rol de “hombre viajado por el mundo entero” pero este ultimo, terminó siendo asistido por el pasajero novato durante las turbulencias.
Al llegar a la pintoresca estación de Chos Malal fuimos recibidos por Nilda, vicedirectora de sonrisa amplia que nos vino a rescatar en medio de la vorágine de la feria, apelando al gentil ofrecimiento de un expositor quien nos traslado en su camioneta.
Ni bien llegamos a la escuela, recorrimos la feria saludando a muchísima gente que nos daba la bienvenida y por primera vez sentí que una escuela de verdad puede hacer suya la famosa frase de tener “puertas abiertas” y convertirse “el segundo hogar” donde todo el mundo parecía sentirse muy cómodo.
Allí nos encontramos con Mayerlis, Enrique y otros narradores del la provincia del Neuquén, como la cálida Alicia López.
Lo sorprendente es que cada narrador tenía un aula designada para contar allí durante la semana y a un costado de la puerta de entrada se anunciaba con un atractivo cartel de madera y grabado en un finísimo estilo con pintura decorativa, el nombre de quien ocuparía ese espacio. Sentimos que en vida, se nos hacia un primer “homenaje”.
Conocimos allí también a Roberto Raab, quien durante nuestra estadía oficiaría de “guardaespaldas”, “guía de turismo”, “hermano mayor” y acompañante, quien abrió también las puertas de su casa -las casas nunca se cierran con llave en Chos Malal- para conocer a su familia y su mundo a través de cafés y licores que compartíamos cada noche en una deliciosa sobremesa, luego de conocer a diferentes artistas que nos sorprendían con variados shows, los que contribuyeron a que disfrutemos de conocer así su folklore y a su gente. Así fue como probamos el quemadillo (una mezcla de mate con bebidas alcohólicas), a las cantoras campesinas, con sus supersticiones, su música y su baile y grupos musicales donde no existían brechas generacionales.
Cada almuerzo y cada cena organizado en la escuela, es digno de comentar. Porque unas treinta personas trabajaron sin descanso en la cocina para deleitarnos con platos muy bien presentados, donde probamos manjares exquisitos que hicieron que nos sintamos en la corte de algún rey babilónico a lo que sumábamos enriquecedoras charlas entre escritores cuenta cuentos, libreros, docentes y directivos.
Al cierre de la feria, en un cálido acto, -con entonación de himno provincial y todo- se entregaron premios, reconocimientos y se presentaron libros. Tuve el privilegio de tomar la palabra y con mucho amor compartí un texto de Alejandra Oliver Gulle, a lo que agregué mis propias palabras que ilustraban lo inolvidable de la experiencia vivida.
Todos somos trashumantes. Vamos de aquí para allá. Y elegimos donde transitar la “veranada” y la “invernada” de nuestras vidas ¡Que lindo fue que los cuentos nos lleven a lugares que nunca soñamos conocer, y a gente tan cálida y hospitalaria como la de Chos Malal, en la provincia del Neuquén!
Alguna vez habíamos oído o leído la palabra trashumancia pero captamos su total sentido cuando llegamos al “pueblo” (como cariñosamente lo nombran sus habitantes) de Chos Malal en la provincia del Neuquén, donde participamos de la VI Feria del libro organizada por la Escuela 327.
La emoción comenzó cuando “la perorata” subió al avión en aeroparque. Uno de sus miembros –Pablo Conde- estaba en su vuelo bautismo, mientras que el otro integrante del grupo le daba ánimos, en su rol de “hombre viajado por el mundo entero” pero este ultimo, terminó siendo asistido por el pasajero novato durante las turbulencias.
Al llegar a la pintoresca estación de Chos Malal fuimos recibidos por Nilda, vicedirectora de sonrisa amplia que nos vino a rescatar en medio de la vorágine de la feria, apelando al gentil ofrecimiento de un expositor quien nos traslado en su camioneta.
Ni bien llegamos a la escuela, recorrimos la feria saludando a muchísima gente que nos daba la bienvenida y por primera vez sentí que una escuela de verdad puede hacer suya la famosa frase de tener “puertas abiertas” y convertirse “el segundo hogar” donde todo el mundo parecía sentirse muy cómodo.
Allí nos encontramos con Mayerlis, Enrique y otros narradores del la provincia del Neuquén, como la cálida Alicia López.
Lo sorprendente es que cada narrador tenía un aula designada para contar allí durante la semana y a un costado de la puerta de entrada se anunciaba con un atractivo cartel de madera y grabado en un finísimo estilo con pintura decorativa, el nombre de quien ocuparía ese espacio. Sentimos que en vida, se nos hacia un primer “homenaje”.
Conocimos allí también a Roberto Raab, quien durante nuestra estadía oficiaría de “guardaespaldas”, “guía de turismo”, “hermano mayor” y acompañante, quien abrió también las puertas de su casa -las casas nunca se cierran con llave en Chos Malal- para conocer a su familia y su mundo a través de cafés y licores que compartíamos cada noche en una deliciosa sobremesa, luego de conocer a diferentes artistas que nos sorprendían con variados shows, los que contribuyeron a que disfrutemos de conocer así su folklore y a su gente. Así fue como probamos el quemadillo (una mezcla de mate con bebidas alcohólicas), a las cantoras campesinas, con sus supersticiones, su música y su baile y grupos musicales donde no existían brechas generacionales.
Cada almuerzo y cada cena organizado en la escuela, es digno de comentar. Porque unas treinta personas trabajaron sin descanso en la cocina para deleitarnos con platos muy bien presentados, donde probamos manjares exquisitos que hicieron que nos sintamos en la corte de algún rey babilónico a lo que sumábamos enriquecedoras charlas entre escritores cuenta cuentos, libreros, docentes y directivos.
Al cierre de la feria, en un cálido acto, -con entonación de himno provincial y todo- se entregaron premios, reconocimientos y se presentaron libros. Tuve el privilegio de tomar la palabra y con mucho amor compartí un texto de Alejandra Oliver Gulle, a lo que agregué mis propias palabras que ilustraban lo inolvidable de la experiencia vivida.
Todos somos trashumantes. Vamos de aquí para allá. Y elegimos donde transitar la “veranada” y la “invernada” de nuestras vidas ¡Que lindo fue que los cuentos nos lleven a lugares que nunca soñamos conocer, y a gente tan cálida y hospitalaria como la de Chos Malal, en la provincia del Neuquén!